Gigantes de hielo
Nieve, frío y viento helado: Shie, Kosheske y Maip.
Hasta tres seres mitológicos diferentes les hicieron falta a los tehuelches para retratar y explicar la fuerza que presentan en la Patagonia los glaciares, que para ellos suponían el límite de los dominios de la vida.
Si bien hoy disponemos de conocimientos en glaciología que no necesitan de la mitología para explicarnos la dinámica y la importancia ecológica de los glaciares, tenemos que coincidir con los pueblos indígenas de la Sudamérica más austral en que estas descomunales masas de hielo no aparentan albergar ni un ápice de vida. Sin embargo, además de existir en su interior más vida de la que pueda parecer, son el mayor almacén de agua dulce en la Tierra y origen de importantes cursos de agua que riegan de vida la inmensidad de la Patagonia.
Como ya hemos visto en otras entradas hubo tiempos durante los cuales el calentamiento global disminuyó dramáticamente la presencia de glaciares en la Tierra hasta el punto de permitir a los cocodrilos y las palmeras habitar en la Antártida. Así ocurrió durante el Cretácico, hace entre 93,5 y 89,3 millones de años, cuando la temperatura del Océano Atlántico en los trópicos alcanzó los 37ºC, superando notablemente los actuales 29ºC; y el aumento del nivel del mar dejó tan solo el 18% de la corteza terrestre emergido, contra el actual 29%. Aun en aquel periodo, uno de los más cálidos desde el origen de la vida en la Tierra, persistieron masas de hielo equivalentes al 60% del tamaño de los casquetes que podemos encontrar en la Antártida hoy en día.
Por supuesto, ha habido otros momentos en los cuales los glaciares se extendieron por gran parte del planeta llegando a unir Europa y América del Norte a través del Atlántico hace aproximadamente 18.000 años. Hoy en día los glaciares componen la mayor reserva de agua dulce del planeta, conteniendo el 75% de la misma a escala mundial y cubriendo el 10% de la Tierra. Estos glaciares retroceden alrededor de todo el globo, debido al calentamiento global. Sin embargo, aún persisten descomunales masas de hielo en diferentes puntos del planeta.
En las fotografías de esta entrada podemos ver diferentes vertientes del Campo de Hielo Sur, la tercera masa de hielo más grande del planeta, solo por detrás de la Antártida y Groenlandia. Está formado por una capa de hielo que se extiende de Norte a Sur a lo largo de nada menos que 350 kilómetros con un ancho de entre 40 y 90 kilómetros en su parte más ancha. La superficie total del campo de hielo ronda los impresionantes 16.800 kilómetros cuadrados. Para hacernos una idea, todo ese hielo podría cubrir por completo las Comunidades de Asturias (10.604km2) y Cantabria (5.321km2). A ambos lados de esta enorme masa helada nacen un total de 49 lenguas de hielo que descienden cubriendo y erosionando decenas de valles a su paso. Una de las más conocidas es el glaciar Perito Moreno, de 258km2; aunque existen glaciares como el Pio XI con una superficie 6 veces mayor.
Todas estas toneladas de hielo se alimentan exclusivamente de las precipitaciones. Los copos de nieve se deforman bajo el peso de las nuevas capas compactándose y perdiendo su forma original al recristalizarse y perder gran parte del aire que contienen. La nieve que se funde y se infiltra a capas inferiores se vuelve a congelar ocupando los poros de dichas capas y compactándolas aún más.
Es a partir de los 50 metros de profundidad cuando la elevada presión hace imposible que el hielo se quiebre y éste pasa a comportarse como un material plástico que fluye y se desliza por acción de la gravedad. A su vez, la fuerza que une cada capa de hielo es mayor que la que la une a las capas vecinas, por lo que cada una se desliza sobre sus inferiores, avanzando más rápido las capas superiores y centrales al no sufrir la fricción contra la roca. Esa misma fricción de las capas inferiores hace que la temperatura aumente fundiendo la base del glaciar, lo que lubrica y acelera el avance del mismo.
A su paso, los glaciares erosionan fondo y paredes actuando como un importantísimo modelador del paisaje que fractura y literalmente pulveriza la roca sobre la que se desliza dejando gigantescas huellas en forma de lagos, aristas, cuernos, fiordos y valles.
El glaciar Grey, con más de 6 kilómetros de ancho y 30 metros de altura, avanza 450 metros al año. Ha perdido más de 4 kilómetros en los últimos 60 años. Parque Nacional Torres del Paine (Chile). |
Muy probablemente muchos de los glaciares que en la actualidad siguen activos en nuestro planeta desaparezcan durante los próximos siglos, pero su firma sobre la corteza terrestre perdurará durante millones y millones de años como testigo de la actividad de estos gigantes de hielo.
Y de propina...
Cuando decimos que los glaciares pueden albergar más vida de lo que parece no es en sentido figurado. En 2015 se perforó la Barrera de Ross en la Antártida, una masa de hielo del tamaño de Francia que se extiende desde el continente hacia el mar. Cuando se alcanzó el agua líquida que hay debajo llegó la sorpresa.
Allí, debajo de más de 740 metros de hielo, a temperaturas de -2ºC, bajo una lluvia continua de rocas que el glaciar arrastra, sin acceso a la luz solar y con la escasez de nutrientes tan brutal que esto conlleva... hallaron vida. Y no hablamos solo de vida microbiana. Se descubrieron allí varias especies de crustáceos anfípodos e incluso una especie de pez. No entraremos en especulaciones sobre vida extraterrestre, pero Europa (luna de Júpiter) y Encédalo (de Saturno) conservan agua líquida bajo capas de hielo de cientos de kilómetros de espesor.
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