Misión: Conquistar la tierra
En su camino hacia la independencia del medio acuático los animales y plantas terrestres se las han ingeniado para aislar su organismo del exterior disminuyendo así la deshidratación. Este proceso pasa inevitablemente por el desarrollo de una epidermis que impermeabilice en mayor o menor medida la superifice externa del organismo, que sin embargo debe mantener siempre un contacto con el medio para asegurar funciones como la nutrición, excreción o el intercambio de gases. Si bien algunos grupos de seres vivos han llegado asombrosamente lejos en su búsqueda de autonomía del medio acuático, todos necesitamos del agua en algún momento de nuestro ciclo vital. Uno de estos momentos en los que juega un papel crucial suele ser la reproducción, y no es casualidad. Es durante los primeros estadios de la vida de un organismo cuando más vulnerable es a la deshidratación y la oxidación producidas por el medio externo. Aun con esto, salvo casos contados de algunos animales, el embrión aún sin terminar de desarrollarse es expulsado del interior de su progenitor a un medio externo mucho más hostil. La única defensa es una envuelta protectora que no suele pasar de unos pocos milímetros de grosor.
En los grupos menos evolucionados de animales (y en las plantas) son directamente los gametos los que se liberan al medio en el que debe ocurrir la fecundación y desarrollo embrionario de forma completamente independiente. Tal es el caso de los anfibios (clase Amphibia, en griego "ambas vidas" haciendo alusión a sus hábitos acuáticos y terrestres), que fueron los primeros vertebrados en dar el salto al medio terrestre conquistando todo el planeta salvo algunos desiertos, los polos y la mayoría de islas.
Como pioneros colonizadores que son, arrastran caracteres evolutivos que les mantienen muy estrechamente ligados al agua. Tanto es así que en el momento de reproducirse en la gran mayoría de especies el macho se agarra a la hembra durante un tiempo que puede durar hasta días, formando lo que se conoce como "amplexo". La hembra libera los óvulos y el macho el esperma de forma simultánea directamente en el agua de forma que los huevos quedan fecundados y comienza el desarrollo larvario. Cada cigoto dará lugar a un renacuajo estrictamente acuático, que presenta una estructura corporal muy similar a los peces, incluyendo la respiración a través de branquias y la presencia de una cola que en los anuros (ranas y sapos) se perderá durante la metamorfosis. Esta larva pasará así sus primeras semanas de vida, hasta que sus hormonas (tiroidea y corticosterona) comiencen a provocar el espectacular cambio que transformará su cuerpo acuático en el de un adulto mejor adaptado al medio terrestre. Esta metamorfosis conlleva adaptaciones a todos los niveles, especialmente la sustitución de las branquias por pulmones adaptados a la respiración en el medio terrestre. Los anuros además sufren la reabsorción de la cola y el desarrollo de cuatro extremidades ausentes en el renacuajo.
La forma adulta presenta unos pulmones hoy muy rudimentarios pero que en su día fueron toda una innovación en el gran paso al medio terrestre. No obstante, estos animales tienen un segundo órgano que colabora en la respiración. La piel.
Lo suficientemente permeable, libre de escamas, pelos o plumas y altamente vascularizada, no sólo es su sistema de defensa frente a depredadores mediante la secreción de toxinas, sino que el elevado número de capilares sanguíneos y su superficialidad permiten que se lleve a cabo el intercambio de gases, expulsando dióxido de carbono y absorbiendo oxígeno que pasa al torrente sanguíneo a través de la finísima piel que debe mantenerse constantemente húmeda, obligando a los anfibios a mantenerse cerca de una fuente de agua durante toda su vida para evitar la deshidratación.
Aunque a primera vista estos animales parezcan simples y poco adaptados al medio actual, en su día fueron unos auténticos pioneros que han logrado sobrevivir 400 millones de años (ahí es nada) y que iniciaron el camino para la evolución de todos los vertebrados terrestres, incluido el ser humano.
Y de propina...
Si la charca en la que viven comienza a secarse, los enormes renacuajos del sapo de espuelas son capaces de acelerar su metamorfosis, llegando a triplicar la producción de las hormonas que regulan esta increíble transformación, para poder salir del agua antes de que se seque completamente. Muchas veces conservan aún parte de la cola cuando abandonan el medio acuático.
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